miércoles, 29 de octubre de 2008

De cañas por la tarde

Recuerdo con cierta nostalgia las tardes de estudiante. Aquellas en las que comenzabas con un café. Tenías el convencimiento de que querías ir a clase. Pero finalmente, el café, el solecito y la promesa de una caña era demasiada tentación. Eran las mejores tardes; las mejores cañas, las no esperadas ni planeadas.Ahora, hoy, vuelvo a tomar un café por la tarde, un café largo, de casi una hora, como los de entonces. Tengo las mismas ganas, si no menos, de ir a trabajar, que de clase. Pero hay que ir a producir, a veces casi como en cadena, para salir de noche. Sabes que te estás perdiendo, seguro, la mejor caña de la semana. Pero ya no hay opción.