jueves, 20 de mayo de 2010

Reflexiones en torno a la Narrativa Digital IV

La no linealidad temporal, ciencia y religión

Ahora quiero analizar los recursos de la no linealidad. Más allá de algunos experimentos con mayor o menor éxito de narraciones explorativas –como los libros de Elija su propia aventura o incluso los de rol- y experiencias de colaboración entre varios autores, la no linealidad hasta la llegada de Internet se centraba sobre todo en los cortes de tiempo y en la sucesión de historias. Magníficos libros como la Crónica de una Muerte Anunciada o el Quijote son muestra de ellos. En el cine, también encontramos experiencias de una y otra clase, sobre todo a partir del hito que supuso la película Pulp Fiction. Se trata de recursos muy utilizados también en las series televisivas. Pero yo quiero centrarme en este capítulo en el cómic, y en uno en concreto, el Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons.
La no linealidad en el cómic es un recurso muy utilizado, de forma además bastante brillante, por los mejores autores. Así ocurre, por ejemplo, con el Sin City de Frank Miller, en la que se entremezclan, muy a lo Pulp Fiction, distintos personajes en unos argumentos que avanzan y retroceden en el tiempo. Allí por ejemplo Marv, protagonista del primer tomo, aparece en reiteradas ocasiones, cada vez que hay una pelea, a pesar de que ya lo hemos visto morir en la silla eléctrica.
Pero Watchmen va un paso más allá de la no linealidad temporal, e incorpora el concepto de “tiempo simultáneo”.
Watchmen –para más información, me remito al enlace de wikipedia a pie de página- es la primera novela gráfica ganadora del prestigioso premio Hugo de Ciencia Ficción. La editorial DC la publicó entre los años 1986 y 1987. Cuenta la historia de unos superhéroes muy humanos, con sus bajezas y pasiones, en un momento en el que Estados y Unidos y la URSS están a punto de iniciar una guerra nuclear. Pero más allá de la historia, y de los dibujos correctos de Dave Gibbons, destaca la forma de contar de un Moore sublime. En su narración, no sólo utiliza técnicas cinematográficas, mucho simbolismo –relacionado con el Reloj del Apocalipsis- y metaficción dentro del mismo cómic. Como ha hecho en otras obras, como La Liga de los Hombres Extraordinarios, Moore utiliza varios lenguajes en la misma historia. Incluso, de forma previa a la correcta película recién estrenada, un documental en forma de metaficción del cómic.
Cazorla hace un razonamiento, por momentos confuso y desde luego incomprensible para cualquier persona que no haya leído el cómic. En su trabajo estudia las distintas utilizaciones que hace Moore del tiempo en Watchmen. Habla desde catarsis como proceso narrativo hasta la culminación, a la superación de la credulidad del lector, la expurgación de temores secretos y una esperanza utópica. El tiempo es una amenaza, el tiempo es una esfera, el tiempo es un vórtice que todo lo absorbe. Y el tiempo es una cara de un acid en forma de Reloj del Apocalipsis. Todo ello cabe en la concepción del tiempo plural y caleidoscópica de Watchmen.
Pero lo que a mí más me llamó la atención al leer el cómic es el tiempo múltiple en el que vive un personaje, conocido como Doctor Manhattan. El Doctor Manhattan es un ser, fruto de un accidente en un experimento nuclear, que domina por completo la materia… y con las páginas descubrimos que no está afectado por las leyes del tiempo. En el volumen IV del cómic, Moore hace un alarde narrativo extraordinario en el que vemos cómo el personaje vive a un tiempo en el presente, el pasado y el futuro. Para él las leyes del tiempo, que son las leyes del hombre, no se aplican; sólo pasa por el tiempo observando lo que ocurre, ocurrió y ocurrirá. Decir que la correcta película, fiel al cómic literalmente, no llega a sus formas expresivas ni de lejos, y convierte esta espectacular narración en apenas un flashback pretencioso de un personaje que recuerda cómo en su pasado conocía su futuro. La ironía es que este dueño del tiempo iba para relojero. Pero en el momento en el que cayeron las bombas atómicas sobre Japón, cayeron los engranajes de sus relojes, y su padre le obligó a hacerse físico atómico. Además, un reloj estropeado es la causa de su accidente. Curiosa, por lo tanto, la dualidad de no temporalidad temporal y física atómica –por otro lado, muy influida por Einstein, a quien se cita en varias ocasiones en el capítulo- que nos realiza Moore.
Mientras tanto, otro personaje no menos importante en el libro, Ozzimandias, que ni lo sabe todo, ni controla el tiempo, pero sí quiere saberlo todo y controlar la historia, tiene una concepción del tiempo más lineal: se fija en el pasado para tratar de aprender y dibujar un futuro en el horizonte, que es su objetivo final.
En este sentido, me llama la atención la reflexión de Cazorla en torno a este tiempo simultáneo del Doctor Manhattan. Si la concepción del tiempo lineal es cristiana, un tiempo orientado siempre hacia una posteridad mejor, “ahora nos hallamos sin futuro, sin devenir redentor… sólo ‘un reloj sin artífice’, concluye el Doctor Manhattan. Como en nuestra civilización posmoderna, resguardada tras las artimañas del pasado, hemos perdido El Reloj, y sus engranajes son ya irrecuperables”. Más allá de lo que parece una visión negativa del presente por parte del estudioso, me quedo con su concepción de que la obra de Moore supera la visión tradicional cristiana del tiempo y, asociados con las teorías científicas y de la física nuclear, atomiza el tiempo hasta el punto de que el reloj pierde sentido.
            O, dicho de otra forma,


     "El profesor Einstein dice que el tiempo cambia de un lugar para otro. ¿Te lo imaginas? Si el tiempo es falso, ¿para qué sirven los relojeros, eh?”.


--Volumen IV de Watchmen, de Alan Moore.