jueves, 13 de marzo de 2008

El suicida Julián

Voy poco a poco pasando las cosas del otro blog, mientras preparo en ete nuevos contenidos.

A muchos les sonará esta historia. Decir que, por muy fantástica que parezca, está basada en hechos reales. Eso sí, he cambiado los nombres para que nadie se ofenda. Como historia, resulta interesante, aunque quizás no tuviera mucha gracia para alguno de sus protas. Ahí va
El suicida Julián



El día en el que Julián se suicidó, nosotros teníamos que andar por el barrio, pero no nos enteramos de nada.
Lo preparó todo muy bien.
Él nunca jugaba al fútbol, así que cuando desapareció de la pista, a su hermano y a sus amigos no les extrañó nada. Había quedado con Olga, la chica con la que llevaba unos meses saliendo. Era dos años más joven que él, rubita, con rizos; una monada. Una de esas personas necesitadas del cariño que Julián sabía dar. Joven, inocente y yo diría que enamorada.
Julián apareció muy serio, y sin muchas palabras le tiró a los pies una fotografía suya y un libro que bien podía ser su diario.
-Esto es para que te acuerdes de mí.
A las preguntas de la chica, le contó su intención: suicidarse esa noche.
-Llevo pensándolo mucho tiempo y hoy es el día –le dijo.
Ella al principio se lo tomó a broma.
-Anda Julián –le contestaba-, deja de decir tonterías.
Pero poco a poco comenzó a creérselo. Y entonces se echó a llorar.
-¡Por favor, Julián! –repetía una y otra vez-. ¡Por favor! ¡Hazlo por mí!
-¡Ni por ti, ni por mi madre, ni por nadie! ¡Hoy es el día! ¡Me voy a tirar por el puente de la autovía!
Finalmente, él recogió diario y fotografía, y se los entregó a ella para abandonarla.
La chica se quedó llorando sin saber qué hacer. Aquella noche, cuentan algunos que convenció a su madre para que la llevara al puente para impedir el suicidio. Pero todo fue inútil.
Al día siguiente, el hermano de Julián le hizo una breve llamada para comunicarle que su él había metido los dedos en el enchufe. Olga acudió al entierro, pero volvió decepcionada porque no encontró nada y no pudo despedirse de su amor.
Pasaron tres meses de muchas penas y lágrimas. Entonces, se produjo una llamada en casa.
-Olga, dicen que es Julián –le comunicó su madre.
Ella cogió indignada el aparato y contestó a voz en grito.
-Eres un gilipollas, ¿por qué te ríes de los muertos?
-Cariño, que soy yo, que te llamo desde el cielo.
Durante años, Julián ha estado contando la historia a propios y extraños. Cuando alguno veía por la calle a Olga, le repetía “¡Por favor, Julián, hazlo por mí!”. Ella lo negaba todo y renegaba de aquel su primer novio, que tantas mentiras decía. Lo que nunca supo es que Julián llevaba una grabadora en el bolsillo el día en el que la dejó, y que hasta algunos de sus amigos más íntimos había escuchado la cinta.