miércoles, 14 de junio de 2017

Luces, sombras y anécdotas de una declaración de Hacienda

Acabo de llegar de hacer la declaración de Hacienda y, voy a comenzar por lo positivo: he acabado gratamente sorprendido del buen tono del empleado de la Agencia Tributaria que me ha hecho las gestiones. Incluso, me ha recomendado que, si vuelvo a hacer el Camino de Santiago o entro a la Catedral de Toledo, coja los CIF y justificantes para la siguiente declaración, porque eso desgrava.
La verdad es que durante los últimos años he tenido anécdotas de todo tipo en las declaraciones. Siempre cojo cita previa para que me hagan la declaración en la propia Agencia, y me ha pasado de todo.
Todavía no llego a entender cómo es posible que, teniendo calculadoras, algunos empleados hagan las cuentas a mano. Hace unos años, tuve que corregir en dos ocasiones a uno, porque estaba haciendo las cuentas mal. Y le pedí que, por favor, utilizara la calculadora. Increíble.
¿El año pasado? Hacienda me hizo una paralela. ¿Razón? porque la empleada, muy agradable también, por cierto, me sumó la subsidiación de intereses a la hipoteca dos veces. Menos mal que fue fácilmente solventable, aunque tuve que volver de las vacaciones. Después alguien me contó que el pasado año metieron a mucha gente nueva a hacer las declaraciones, y que hubo muchos fallos.
Pues este año ha tenido que pasar algo parecido. Porque a la hora de pedir cita telefónicamente, me daban para la próxima semana, y a la otra punta de la ciudad. En vista de que el chico no me había preguntado dónde la quería y que me venía fatal tanto el día, como el lugar, le pregunté si no había espacio en mi barrio. Él me respondió que sí, una semana antes incluso, pero que entonces tendría que anularme la cita que ya me había dado (sin que yo le dijera que sí). Evidentemente, así lo hicimos, con su consiguiente cabreo. Quizás se lo podría haber ahorrado si me preguntara.
Y aquí llegamos a esta mañana. Todavía estoy esperando los "buenos días" de la persona que da el número. Habitualmente, tú das tu DNI y te dan un código para que te llamen. Aquí no. Aquí el señor, sin saludar, directamente me mandó sentar de malos modos, que ya me llamaría. Con mi nombre, ¿dónde queda la protección de datos? Además, las formas aquí no fueron mucho mejores. Él empieza a citar y yo me levanto y voy a que me diga la mesa. Va y me echa la bronca porque no he dicho "yo" o "presente". Mi única respuesta fue sonreír y agradecerle todo "muy amable". "No hay de qué" respondió más enfadado. Me pregunto si es que tenía un mal día o que ya me quería ya meter miedo, que "esto es Hacienda". Menos mal que el trabajador de dentro sí fue muy agradable.
Y me preguntaréis que, si he tenido experiencias tan "raritas" sigo yendo a que Hacienda me haga las declaraciones. Yo también me lo pregunto, de cara al próximo año, debería ver si en el banco me la hacen. Pero voy más allá. Antes Hacienda me mandaba borradores de mi declaración, y curiosamente, en ella me incluía todo lo que tenía que pagar, pero nada de lo que me desgravaba, ni hipotecas, ni aportaciones sociales, ni pensiones. Si resulta que tienen todos los datos, ¿por qué me hacen tener que pedir citas, aguantar impertinencias y equivocaciones?