martes, 24 de septiembre de 2013

Cataluña y cainismo

Soy toledano, castellano y, a pesar de la que está cayendo, europeísta. Soy de los que está convencido de que el Barcelona gana en fútbol porque le ayudan los árbitros y el dóping. Pero a pesar de todo, comprendo perfectamente a esos catalanes que se quieren separar de España. Porque el nivel cultural y político que hay aquí no hay quien lo aguante. Es una vergüenza. Luego está el cainismo.
Visto lo visto, ya quisiera yo también un partido nacionalista ajeno a la política caciquil que pidiera la independencia para Castilla de quienes la esquilman o más dinero como segunda opción. Ya quisiera yo esa salida de esperanza a la desazón generalizada por la situación actual. Es más, ya quisiera yo que Toledo se saliera de ese invento, que decía Bono, que es Castilla-La Mancha, que se dedica a frenar el progreso de su capital para no ofender al resto de provincias o los pueblos más grandes.
El término es cainismo. Me refiero a su acepción de hermano contra hermano, el religioso; no a la de esos 'hijos de Caín' que los barones dieron a los oprimidos que se revuelven contra el poder. Hay un cainismo en España de intentar hacer menos al hermano en lugar de crecer conjuntamente. En Toledo se sufre, y seguro que en Cataluña también. Y la respuesta de los partidos políticos, no sólo de los mayoritarios, es el ataque a las ideas de los demás. Como si los otros tuvieran el 'pecado original' de no pensar igual que uno. No hay ideas, no hay soluciones y ni siquiera hay cultura democrática de respeto por las ideas de los demás, como quedó patente con el acoso que sufrió Leo Basy en una obra en la que ensalzaba a Jesucristo y a Voltaire.
Ante esta situación, veo como alternativas una ilusión rupturista, como en Cataluña, la respuesta de los hijos de Caín contra el cainismo, o la sumisión tan sumamente extendida que tenemos que aguantar.