lunes, 7 de abril de 2008

Koma Etílico

Bueno, pues aquí va la versión corregida, creo que definitiva, del relato escrito hace un año.
Sonaban los Ángeles del Infierno y corría la cerveza. El bar estaba lleno con los parroquianos habituales riendo y llorando de sus cosas. Pero era una noche especial, porque por primera vez en mucho tiempo, no faltaba nadie del grupo. Era su aniversario y se habían reunido, nostálgicos, a tomar cervezas y contar viejas batallas.
Un poco bebido y cansado de la voz aguda, se dirigió a la barra esquivando gente.
-¡Ximo, pon los Maiden! –exigió al camarero que, como siempre, pareció ignorarlo.
Allí sentado, el borracho se sintió feliz. No habían sido buenos los últimos años para el grupo. Mujeres y niños los habían separado. Algunos habían tenido problemas de alcohol, y cuando por allí se pasaban eran seres solitarios que ahogaban sus penas en la cerveza, sin la alegría de antes y sin querer hablar con nadie.
Pero aquella noche, no faltaba nadie. Recuperó su sitio con dificultad. Y escuchó. Como en un dejavú, le pareció haber oído antes todas las palabras, recuerdos y brindis. Normalmente hablador, en aquella ocasión el alcohol le impidió que su voz acallara las palabras de los otros.
Y aquella noche supo la verdad, cinco años después. Aquella no era una celebración alegre. El aniversario del grupo no había juntado a todos, sino algo más triste, como el recuerdo de su fallecimiento, en el bar, a manos del dios Baco.

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